Los campeones no se cuestionan. Siempre hay virtudes detrás de ellos. A veces más, transformándose en méritos. A veces menos, reduciéndose a detalles. Pero siempre hay cualidades.
Este Bayern hace muchas cosas bien. Tiene variantes como pocos. Socaba por insistencia. Se filtra como el agua, por derecha por izquierda o por el centro, porque es equipo antes y después que nombres.
Y aunque hoy su superioridad haya sido relativa, porque no puede sobrevaluarse la tenencia ante un equipo que no la pretende y porque ante los arcos la cosa fue bastante pareja, es un campeón con estatus de tal.
Por reinvención, por convicción, por esa enviadiable naturalización del éxito propia de los teutones y por su fútbol la copa viaja a Múnich.
Otra vez a Múnich.