En Vivo

25 de noviembre de 2020


Me quedo con la lucidez para llenar nuestras vidas de frases imborrables como las canchas de obsceno talento.
Me quedo con su prosa simple, limpia, de barrio y barro, profunda como la alegría y el dolor, capaz de llegarle a cualquiera pero incapaz de no llegarle a los más humildes.

Y me quedo con la sonrisa pura y con el amor al juego que demostraba en cada mirada, en cada abrazo genuino con quienes compartían una cancha a su lado siendo compañeros o dirigidos.

Tuvo la difícil capacidad de no dejar de ser futbolista, aunque sea entrenador.

Y tuvo la envidiable capacidad de no olvidar su esencia, aunque se haya hecho Dios a pura magia, en las estadios y a puro golpe, en la vida.

Fue absolutamente sincero, para hacerse cargo de sus ideales; necesariamente humano, para equivocarse las mismas veces que cualquiera; y tremendamente generoso para llevar el concepto de equipo a todos lados, y para no olvidar que el hambre de la Tota le enseñó a compartir para siempre.

En los tropiezos, ha sido uno más de nosotros. En los aciertos, ha sido único entre nosotros.

Diego no se ha ido. Diego se ha hecho leyenda para confirmar que jamás se irá de esta tierra.