Por Santiago Chemes
La presidencia de Alberto Fernández es una anomalía. El hombre, luego de haber sido jefe de Gabinete de Néstor y Cristina, fue un duro crítico del kirchnerismo post 125 (hecho que lo llevó a presentar la renuncia). Durante los últimos años de Cristina, fue un duro comentarista que se encargó de marcar la falta de espíritu democrático del gobierno y la altísima corrupción que rodeaba a sus principales figuras.
Pero la magia del peronismo todo lo puede y en 2019 selló un acuerdo con Cristina y terminó ocupando el sillón de Rivadavia. Cargo para el que, ahora vemos, no estaba preparado en absoluto.
Con un año de gobierno hay cosas que quedan claras. Es cierto, muchos lo votaron pensando que sería otra cosa. Creo que ingenuos es lo mínimo que se le puede decir a esas personas. Era extraño que alguien elegido a dedo por la vice, una vez convertido en presidente, hiciera otra cosa que vaya en contra de los intereses de su madrina.
No faltaron, por supuesto, los analistas y pensadores que pintaron a Alberto como alguien moderado que venía a unir a los argentinos. Sus tuits trasnochados puteando a cualquiera que le dijera algo o el video empujando a un viejo en un shopping nos podrían haber servido para darnos cuenta que muy equilibrado no era pero hay cosas que, a veces, no queremos ver.
Pero para no desviarnos del tema concentrémonos solo en su gestión. El pasado, en este país, importa poco porque sino no queda nadie. Por eso ya no sorprende que no resista el archivo de su propio Twitter en donde hace unos años acusaba de ladrón a Boudou y le daba clases a CFK sobre división de poderes.
Tampoco vamos a pedirle que cumpla con su promesas de campaña de aumentarle 20% a los jubilados.
Por supuesto que tampoco le vamos a pedir honestidad intelectual a un señor que hizo campaña con un contador de pobres y ahora, ante el anuncio de que en su primer año de gobierno la misma cantidad de gente (4 millones) cayó bajo la línea de pobreza tiene el tupé de decir "logramos que en la Argentina nadie tenga hambre".
No, no vamos a ser tan audaces ni tan rigurosos. Eso no se le hace a los gobiernos peronistas.
Lo que sí podríamos pedirte, Alberto, es que lideres tu propia coalición que es para lo que te votaron. Ya es una secuencia conocida los enojos del señor Fernández con el gobierno como si él siguiera siendo aquel twittero afiebrado que comentaba la realidad desde su casa o desde el living de TN.
Hace algunas horas desde la Casa Rosada dijeron que el Gobierno no tuvo nada que ver con el cierre de El Palomar sino que la culpa fue de La Cámpora (traducción: Cafiero le mandó un mensaje a los voceros paraoficiales para despegar, una vez más, al señor Fernández). Seguramente el pedido de Eurnekian, empresario amigo del gobierno, de que cierren el aeropuerto no tuvo nada que ver. No vamos a ser tan mal pensados.
Pero supongamos que “desde la Casa Rosada” dicen la verdad y la decisión fue de La Cámpora que, cabe recordar, es una estudiantina formada por unos jóvenes tardíos pero que carecen de representación oficial dentro del gobierno. Nadie votó a La Cámpora por lo cual no puede tomar ninguna decisión, no importa que la presida Máximo Kirchner.
¿En manos de quién estamos si una agrupación que no gobierna toma las decisiones que debe tomar el gobierno?
Pero a esta altura que le vamos a pedir al señor Fernández si debe tener más ganas de quedarse en su casa twitteando y tocando La Balsa.
Pobre señor Fernández. Y pobres nosotros.