La acumulación de desequilibrios macroeconómicos es creciente y, entre los analistas, crece la preocupación por el día después de las elecciones. Creen que hay margen para “aguantar” hasta noviembre pero, pasada esa instancia, habrá que corregir algunos de esos desequilibrios.
Un tema no menor serán las tarifas de los servicios públicos (combustibles para la vivienda, electricidad, agua y servicios sanitarios, transporte público de pasajeros, correo y teléfono), que están en un limbo hace años. “En lo que va del año, los servicios públicos treparon sólo 9,4% (la menor suba se observó en el Gran Buenos Aires, con 6,8%”, señalaron desde Equilibria en un informe. Hasta mayo, la inflación fue de 21,5%. Entre diciembre de 2019 y mayo, el IPC Nacional trepó 65,4% y los servicios públicos, apenas 21,2%. Un aporte interesante de Equilibria es que no todos los precios regulados están operando como anclas. La categoría de regulados que no incluye los servicios públicos (sistema de salud y servicios auxiliares, combustibles para vehículos, educación formal y cigarrillos y accesorios) avanzan 57,3% en la era de Frente de Todos (FdT), muy cerca de la inflación general.
“Para la segunda mitad del año esperamos que los precios regulados ayuden a moderar la inflación ya que proyectamos que trepen en torno al 2% promedio mensual. Sin embargo, el mayor aporte provendrá nuevamente de los servicios públicos que sufrirán mínimos aumentos, especialmente en el Gran Buenos Aires. En síntesis, en términos de precios relativos detectamos un atraso significativo en las tarifas de servicios públicos que exige crecientes subsidios al Tesoro Nacional. En términos del producto, esperamos que alcancen 3% en 2021, ubicándose más cerca del máximo de fines del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner (3,9% en 2014), que del mínimo de la administración de Mauricio Macri (1,6% en 2019)”, agrega el reporte.
Dentro de los servicios públicos, hay una clara diferencia entre el AMBA y el resto del país. “En lo que va del año las tarifas de servicios públicos treparon sólo 6,8% en el GBA versus 11,9% en el resto del país y esta tendencia se potenciaría en lo que resta del año pues el oficialismo anunció subas de un dígito anual para su principal bastión electoral”, dijeron desde Equilibria.
En el caso de los regulados que no son servicios públicos y más allá de que siguieron más de cerca a los precios, Equilibria destaca el sistema de salud y los servicios auxiliares como los más atrasados. “En el resto de los regulados no se observa un atraso tan significativo como en los servicios públicos, pero hay algunos rubros como sistema de salud y servicios auxiliares cuyos precios vienen funcionando como ancla, lo que termina afectando la rentabilidad del sistema privado. Por más que el atraso no sea significativo no deja de ser preocupante pues, a diferencia de las tarifas de servicios públicos, el resto de Regulados no perciben subsidios provocándose un desfinanciamiento de estas actividades”, señalan.
“En conclusión, en 2021 las tarifas de servicios públicos van a profundizar su atraso, provocando que el peso de los subsidios en términos del PIB casi se duplique respecto de 2019. Dado que estas erogaciones explican buena parte del déficit primario del Sector Público Nacional y no se ajustan a un criterio equitativo (se concentran en el GBA y también los perciben sectores de altos ingresos) son candidatas a un recorte tras las elecciones. La pregunta del millón es cuán significativa será la suba de tarifas y si se podrán segmentar los aumentos”, concluye el informe.
La madre de todas las anclas, sin embargo, es el dólar. Por motivos bastante idiosincráticos, cuando el dólar se mueve, todos los precios lo siguen. Es el famoso “pass through”, un fenómeno que no se replica en América Latina. Por lo menos, no con la misma magnitud que en estas pampas.
Con una inflación que saltó a niveles de +3% mensual a fines de 2020, el Gobierno desempolvó la receta típica de los años electorales y volvió a usar el tipo de cambio como ancla nominal. “La cotización oficial pasó de avanzar a un ritmo diario anualizado del 50% en enero, a 30% en marzo y 15% en la actualidad, mientras que la inflación anualizada no bajó del 47%”, señala Equilibria. En lo que va del año, la apreciación real del peso en relación con el dólar estadounidense ya supera el 5%.
“Con la trayectoria cambiaria del Presupuesto y nuestras estimaciones de inflación, se llegaría con una apreciación real de 11% (en relación con el dólar estadounidense) a las elecciones de noviembre y de 11,5% a fin de año. Con la trayectoria de nuestro escenario base, que presupone una leve corrección en diciembre con una suba nominal del tipo de cambio del 4%, la apreciación real sería del 10% y 10,4%, respectivamente”, señala el trabajo. Según Equilibria, el dólar oficial terminará 2021 en $105,50, algo por encima del $102,40 que tiene en mente el ministro de Economía, Martín Guzmán.
¿Está atrasado el dólar oficial? En el Gobierno dicen que está bien, pero en el mercado parecen sugerir que está regalado. Desde Equilibria, admitiendo que ponerle un número definido al tipo de cambio equilibrio es algo muy complejo (influyen los impuestos, la productividad y otras variables), señalan que “en principio, no hay evidencia de sobrevaluación o atraso cambiario al cierre de 2021”.
“La mayoría de los indicadores que estudiamos nos permiten afirmar que no vemos evidencia de que la actual tendencia a la apreciación real derive en un peso atrasado al cierre del año. Nuestros indicadores dan cuenta de que el tipo de cambio real —medido de diversas maneras— estará a fines de 2021 en torno a su promedio histórico o incluso algo por encima”, señalan.
La evidencia tampoco sugiere que el peso cierre el año en un nivel depreciado en términos reales, agregan. “Con un precio internacional de la soja un poco más bajo que los altos valores de 2021, un nivel de actividad económica en 2022 en promedio 1,5% más alto que en 2021 y con cierta normalización de los flujos de turismo internacional —que en Argentina son deficitarios— el saldo de cuenta corriente abandonaría el terreno superavitario”, dice Equilibria.
Lo que sí parece claro es que el ancla cambiaria deberá recogerse luego de las elecciones.” Todo esto nos hace pensar que luego de las elecciones deberá haber un cambio en la tendencia del tipo de cambio real. No estamos refiriéndonos necesariamente a un salto cambiario, pero sí a un ritmo de depreciación que, como mínimo, emparde a la inflación y, más probablemente, la supere al menos durante unos meses, de modo de compensar parte de la apreciación real experimentada en 2021”, señalan. La estrategia de ir de la mano de la inflación (crawling peg) era la que se usó en 2020.
“Obviamente, el ritmo con que este proceso dependerá en gran medida de las negociaciones con el FMI y qué se acuerde con el organismo en términos de metas de acumulación de reservas por parte del BCRA. Creemos que un acuerdo con el FMI involucrará una política cambiaria que permita recomponer el debilitado stock de reservas internacionales de la autoridad monetaria, lo cual implicaría menor intervención vendedora en los mercados de cambios y, por añadidura, tipos de cambio algo más altos”, señalan.
Con tamaños “deberes” para después de las elecciones, hacia adelante resulta difícil imaginar escenarios de menores restricciones cambiarias y/o con inflación en descenso.
Fuente: El Economista