Juan Martín Del Potro lo visualizó y lo pudo concretar. En octubre pasado, con la certeza de que ya no querría pelear a fondo contra los dolores de su maltrecha rodilla derecha, se lo propuso como una meta, acaso la última gran meta de toda su carrera.
Le pidió a su preparador físico Leonardo Jorge que lo pusiera a punto para jugar el Argentina Open y, en efecto, se rompió el alma durante tres meses para llegar en las mejores condiciones que su presente podría ofrecer. Y lo logró: la noche mágica en su país, con su gente, en mancomunión con el público y con su madre Patricia, que jamás lo había podido ver en un torneo del circuito, abandonó el plano metafísico para convertirse en una realidad.
Pero la realidad superó toda expectativa: Del Potro vivió, en un explotado Court Central Guillermo Vilas del Buenos Aires Lawn Tennis Club, su gran noche de gratitud, una de esas veladas que quedan grabadas para siempre. El partido que jugó por la primera ronda del ATP 250 porteño contra su amigo Federico Delbonis, que lo venció 6-1 y 6-3 en un marco tan indescriptible como abrumador, pasó al terreno del agradecimiento.
La gente no rebalsó el estadio para verlo ganar sino para comulgar con su ídolo en el inicio de una despedida. El tandilense, sin explosión en los movimientos hacia los costados y con menos empuje de piernas para el saque, se las ingenió para dejar una muy buena imagen. El resultado apenas servirá para el decorado. Antes de disponerse a sacar 1-6 y 3-5 rompió en llanto y cada persona del estadio se rompió las manos para aplaudirlo y cantarle: "Olé, olé, olé, olé, Delpooo, Delpooo".
"Es un momento que no quería que llegara nunca. La salud me llevó a tomar una decisión. Hice demasiado esfuerzo dos años y medio para remontarla, para poder jugar, como hice con la muñeca. Pero a veces yo también puedo perder y ahora no tengo las fuerzas para salir adelante. Siento que tengo toda la vida por delante y me puedo ir en paz", expresó, entre lágrimas, tras el partido. Instantes después avisó: "Tenía previsto ir a Río pero creo que di todo hasta el último punto". Y colgó la vincha en la red.
Lo cierto es que Del Potro reapareció 965 días después de su último partido oficial, aquel 19 de junio de 2019 en Queen's, donde trastabilló y se resintió de la severa lesión en la rodilla derecha que había sufrido meses antes en Shanghai. Dos años y medio de inactividad y cuatro cirugías fueron demasiado para un campeón que, si bien no dejará de buscar soluciones a sus dolores, continuará sin la presión de tener que volver a ser.
Para el primer adiós, lo más parecido a una misa multitudinaria, estuvieron todos. No faltó nadie: Sebastián Battaglia, Juan Krupoviesa, Rolando Schiavi, Noel Barrionuevo, Sergio "Oveja" Hernández, Enzo Pérez, Hernán Crespo y Gabriela Sabatini, entre otros, además de su novia Oriana Barquet y su primer entrenador Marcelo Gómez.
Del Potro eligió Buenos Aires empezar a irse del tenis abrazado a su gente y nada menos que 16 años luego de su primera participación. Aquel lejano lunes 13 de febrero de 2006 resultó fundacional para un tenista de apenas 17 años. Desde aquel momento pasaron 5839 días de confluencia entre el brillo del éxito y la oscuridad de las lesiones.
Del Potro atravesó más de cinco años y medio inactivo si se suman todos los parates que tuvo que afrontar por las ocho cirugías -la de la muñeca derecha en 2010 y las tres de la mano izquierda entre 2014 y 2015, antes de las últimas cuatro en la rodilla-. Y lo ganó todo: el Abierto de Estados Unidos en 2009, la histórica Copa Davis para la Argentina en 2016 y las dos medallas olímpicas, en lo más alto de sus conquistas. Del Potro volvió para irse como un monstruo de su talla: en la cancha, en su país y rodeado de afecto. Podrá dejar de jugar pero su legado es atemporal.
Fuente: Página 12