Varias familias del sur de Turquía y Siria pasaron el miércoles una segunda noche bajo un frío glacial, mientras los equipos de rescate, desbordados, se apresuraban a sacar a la gente de entre los escombros, dos días después del violento terremoto que dejó más de 9.600 muertos.
En Turquía, decenas de cuerpos sin vida, algunos cubiertos con mantas y sábanas y otros en bolsas para cadáveres, yacían alineados en el suelo frente a un hospital de la provincia de Hatay. Muchos habitantes de las zonas siniestrada habían dormido en sus coches o en la calle bajo mantas, temerosos de volver a entrar en los edificios sacudidos por el temblor de magnitud 7,8 — el más mortífero en Turquía desde 1999— que sacudió el país en la madrugada del lunes.
Los equipos de rescate de la zona y de la vecina Siria advirtieron que el número de muertos seguiría aumentando, mientras algunos supervivientes afirmaron que la ayuda aún no había llegado. "¿Dónde están las tiendas, dónde están los camiones de comida?", dijo Melek, de 64 años, en la ciudad meridional de Antioquía, que añadió que no había visto ningún equipo de rescate.
"Aquí no hemos visto ninguna distribución de alimentos, a diferencia de catástrofes anteriores en nuestro país. Sobrevivimos al terremoto, pero moriremos de hambre o de frío", señaló.
Mientras la magnitud de la catástrofe sigue aumentando, el número de muertos superaba los 7.100 en Turquía. En Siria, ya devastada por 11 años de guerra, el número de víctimas confirmadas ascendió a más de 2.500 durante la noche, según el Gobierno de ese país y un servicio de rescate que opera en el noroeste era controlado por los rebeldes.
El presidente turco Tayyip Erdogan declaró el estado de emergencia en 10 provincias. Sin embargo, los habitantes de varias ciudades turcas afectadas expresaron su enfado y desesperación por la respuesta supuestamente lenta e inadecuada por parte de las autoridades. Se espera que Erdogan, que afronta unas reñidas elecciones en mayo, visite algunas de las zonas afectadas el miércoles.
El sismo inicial, seguido horas más tarde por otro casi igual de potente, se produjo poco después de las 4 de la madrugada del lunes, dando a la población, que dormía, pocas posibilidades de reaccionar. El mismo derribó miles de edificios, entre ellos hospitales, escuelas y bloques de apartamentos, causó decenas de miles de heridos y dejó a innumerables personas sin hogar en Turquía y el norte de Siria.
Según las autoridades turcas, unas 13,5 millones de personas se vieron afectadas en una zona que abarca unos 450 km desde Adana, en el oeste, hasta Diyarbakir, en el este, una distancia mayor que la que separa Boston de Filadelfia, o Ámsterdam de París. En Siria, mató a personas en lugares meridionales como Hama, a unos 100 kilómetros del epicentro. La agencia turca de gestión de catástrofes declaró que el número de heridos superaba los 38.000.