En esta patria los rótulos son necesarios y los decapitados tras cada mal paso, también. El fútbol, el nuestro al menos, no solo no escapa a esa máxima sino que la sobredimensiona.
Cada triunfo, como cada caída, debe tener nombres propios para que la situación tenga caras, tenga una foto. Aquí no se admiten generalmente grises.
A partir de allí, cualquier análisis un poco más amplio debe combatir con el simplismo que camina por la vida, enamorado y de la mano del resultadismo.
¿Madelón? ¿La inexperinecia de los pibes? ¿Baliño? ¿La mala suerte? Según la óptica de los verdugos, la imagen de la derrota tendrá alguno de estos rostros.
No obstante, se puede mirar en profundidad y prorratear responsabilidades.
Es cierto que Peano no actuó con vehemencia en su territorio natural. Quizá por apelar más a la sensación de intocable que han tenido hasta hace poco los arqueros dentro del área chica, que al sentido de supervivencia en un arco que venía bien custodiado por Moyano. Pero es cierto que la carga del delantero es ilícita. Tan cierto como que estaba adelantado el atacante.
Decir que por un error arbitral se puede destruir un partido suena a demasiado, pero obviar el impacto mental para un equipo que afronta una etapa de debilidad en ese aspecto y sin varios de sus bomberos mentales y futbolísticos, también lo es.
Conceder otro gol tras cartón, tiene causas propias, pero también aciertos del rival en una contra perfecta en la cual la línea de volantes no solo estaba adelantada sino que estaba desequilibrada, desarticulada. Los futbolistas deciden en algunos aspectos, pero que en un mediocampo con cinco jugadores Acevedo sea el más retrasado corresponde a una decisión del entrenador. Decisión osada por las características de uno de los pocos sobrevivientes de la temporada pasada, en la tarde de Sarandí.
Blasi, Godoy, Peano, Comas y Troyanski. Todos rasguñando o apenas superando los veinte años. Cargarles todo el fardo suena exagerado. No les
falta capacidad, les puede faltar experiencia. Pero los que la tienen en el once elegido por Madelón, excepto Corvalán, no ayudaron demasiado en el momento de mayor confusión. Además, no estar preparado es una cosa; y tener un lapso malo en un juego, es otra.
En las áreas Unión tuvo dos remates en los palos y un mano a mano al cuerpo del arquero rival, antes del gol de Bou. En ese tiempo, Arsenal convirtió tres veces. Decisiones y azares para que la diferencia sea tan abultada.
Rondina lleva mucho tiempo, medido con la vara de este fútbol impaciente que vivimos. Madelón lleva más aún. Sin embargo, cada quien hoy resolvió de modo diferente a sus ausencias y en ese juego de pizarras el Huevo abusó de la soledad de Acevedo en el primer tiempo. Y Madelón equilibró lo suficiente para ser competitivo en el complemento, volviendo a su diseño habitual.
Y luego están los goles. Marcar en el inicio de cada tiempo desmorona hasta al Liverpool de Klopp.
¿Madelón? ¿La inexperiencia de los pibes? ¿Baliño? ¿La mala suerte? Según la óptica de los verdugos, la imagen de la derrota tendrá alguno de estos rostros. Desde otro punto de vista, en la marquesina hay lugar para todos, sin derecho a reclamar privilegios en su confección. Y sin necesidad de cortar futuros para revertir una racha adversa que ha tenido pequeños méritos como para no ser tan extensa.