En Vivo

16 de abril de 2020


Por Ricardo Serruya

Transitar una pandemia nos pone, como sociedad, en lugares inéditos e impensados. Solo la ficción nos había acercado algo a lo que hoy vivimos en el mundo: novelas, películas hablaban de virus y encierros y lo veíamos lejano, solo fruto de la imaginación.

Hoy somos protagonistas de un guión que no sabeos quién escribió y vivimos en carne propia encierros, sobre información y hasta cambiamos nuestras pautas de vida.

Entre estas modificaciones a nuestra existencia está el aislamiento que modifica nuestras costumbres y hace que nos situemos en temas que, recurrentemente, forman parte de nuestra agenda ciudadana pero que teníamos olvidados.

El rol de estado, el brazo protector para los que menos tienen, su presencia o su ausencia en momentos de crisis, es uno de ellos.

El rol de la ciencia es otro

Nada nuevo se dice al afirmar que en diferentes momentos de nuestra historia nacional el sector científico fue vapuleado, negado, ninguneado. Mentes pigmeas bajaron su presupuesto a cifras irrisorias, echaron del país a mentes prodigiosas que, durante años, se formaron en nuestras instituciones. Hasta lo mandaron a lavar los platos.

Rafael Lajmanovich vive en la ciudad de Paraná, pero desde hace años desarrolla sus tareas como investigador en la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional del Litoral en Santa Fe, es doctor en Ciencias Naturales y se ha especializado en Bioecología de Anfibios Anuros del Río Paraná.

Fuente indispensable cuando se quiere abordar el daño que generan las fumigaciones en la biodiversidad sufrió las políticas de desguace científico: "Tengo un par de años, recuerdo haber sufrido en carne propia estas políticas en la época de Cavallo y hace cuatro años igual. Afortunadamente ahora se está cambiando el rumbo ya que no hay manera de salir, de dejar ser un país pobre si no es invirtiendo en ciencia".

Lajmanovich es de contextura robusta, de barba pronunciada y de ojos pequeños. Tiene la dulzura que es tan típica de los entrerrianos, de abrazos cálidos y apretón de manos sinceros. El fue uno de los que un ministro parco y frío mandó a lavar los platos. Ingresó como investigador en el año 2001, “en uno de los momentos de mayor crisis, donde investigar era difícil, casi una utopía, no había recursos, ni laboratorios, hospitales, nada absolutamente nada”, recordó y contó con cierta tristeza.

Desde aquellos aciagos días hasta hoy no cesó en su porfiada de investigar. Sus trabajos fueron publicados en revistas internacionales. Son años de perseverante y silencioso trabajo “la ciencia está permanentemente presente, en nuestra vida y en la vida del planeta", dijo con absoluta rigurosidad y didácticamente completó: "en estos momentos salen a relucir algunos resultados como el descubrimiento del genoma del COVID 19 , pero la ciencia hace un trabajo silencioso en todo el mundo y muchas veces esos resultados no se ven en forma inmediata, uno quiere verlo rápido, pero así no funciona la ciencia, es un conocimiento que se va acumulando: uno sobre el otro, y esto ocurre fundamentalmente con los que hacen los científicos de la ciencia básica que son los que buscan conocimiento por el conocimiento mismo y que resulta de vital importancia para que en momentos como este, donde científicos están buscando soluciones para la pandemia, puedan hacer uso de toda la biografía que, a lo largo de años y años, otros científicos acumularon , generaron, para que ahora en momentos de la emergencia puedan usar”.

El daño del medio ambiente y la pandemia

Siempre preocupado por nuestra relación con el medio ambiente, Rafael Lajmanovich afirmó que no hay manera de saber que nos sucede si no es dentro de nuestra relación con lo ambiental y advierte que los desequilibrios naturales, ecológicos y los cambios ocasionados en el clima traen consecuencias , que lo que vivimos hoy es una de ellas. No resultó optimista con respecto al futuro inmediato: "las grandes pandemias, el avance las enfermedades tropicales como el dengue van a venir porque es parte del calentamiento global”.

Más allá del pronóstico desalentador, como buen científico Lajmanovich sacó de lo negativo alguna enseñanza y relató que estas pandemias y enfermedades que se trasmiten de una especie a otra debieran hacernos reflexionar y desechar ese falso axioma de la evolución que nos ha hecho creer en que somos seres superiores llamados a domesticar otras especies, "en realidad somos una especie más y un virus, una cosa tan sencilla, nos está dado la lección de que no somos los amo del universo”, sostuvo.

No resulta ser el único. En el año 2018 epidemiólogos y ecólogos franceses anunciaban, como si lo hubieran escrito hoy, una probabilidad de más del 30% de que se dé un salto del virus del murciélago a los seres humanos y que eso podría provocar una pandemia. Como tantas otras veces, fueron voces no escuchadas.

Aquel trabajo anunciaba que las terribles deforestaciones que, si bien ocurren en todo el mundo, se llevaban a cabo en Asia, junto a la destrucción de hábitat hace que las especies silvestres entren en contacto con los seres humanos y que todo esto sumado al tráfico de fauna podían mutar el virus y generar enfermedades en poblaciones humanas.

Esa investigación, y otros debieran alertarnos, como bien remató Rafael Lajmanovich: "esto va a seguir pasando, no será la única ni la última pandemia que se desarrolla por este tipo de virus"  y contó que ahora algunos científicos están trabajando en lo que tiene que ver con el deshielo que se ocasiona por el calentamiento global. "En su interior existen bacterias y virus que hace miles de años que están inactivados, el deshielo de grandes masas polares pueden llegar a liberar estos patógenos totalmente desconocidos que, por ejemplo en Rusia, ya infectaron a algunas poblaciones”, afirmó.

El cambio climático está derritiendo los suelos de lo que se conoce como permafrost: la capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares lo que puede liberar virus y bacterias antiguos que han permanecido latentes y que, en el ambiente, pueden activarse.

Un hecho que hace ya tiempo se viene anunciando

Ya en el año 2016 en la localidad rusa de Yamal un chiquito de 11 años moría por encontrarse infectado con uno de estos virus: el ántrax. Junto a él una veintena de personas debieron ser hospitalizadas.

Si la tierra sigue calentándose, más superficie de permafrost se derretirá y virus de hace más de dos siglos pueden llegar a liberarse, algo no muy lejano de convertirse en realidad si tenemos en cuenta que la temperatura en el Círculo Polar Ártico ha aumentado tres veces más rápido que en el resto del mundo.

A este cóctel debemos agregar actividades como la minería y la extracción de petróleo y gas natural pueden colaborar en la liberación de enfermedades que, creíamos superadas.

Estas alertas emanadas desde el campo científico, lejos de atemorizarnos y paralizarnos nos deben movilizar para generar un cambio en nuestra cosmovisión consumista y alejada de las reglas de protección de nuestro entorno.

Ya convivimos con enfermedades antiguas como el cólera, el dengue y la malaria, sería bueno no despertar nuevas dolencias.

La ciencia habla, hay que escucharla y modificar nuestras prácticas, lo que le estamos haciendo al ambiente nos lo hacemos a nosotros mismos.