Este fin de semana, los cinco gobernadores radicales deberán resolver la composición de sus bloques en el Senado y en Diputados, así como las autoridades partidarias. La presidencia del Comité Nacional es, por ahora, el punto más incierto: ninguna figura quiere asumir el cargo que dejará Martín Lousteau y dentro del partido reconocen que “nadie quiere ser el que ponga la cara”.
Diputados: presión por la unidad y riesgo de una bancada mínima
En la Cámara baja, el radicalismo enfrenta un panorama inédito. La irrupción de Provincias Unidas —espacio integrado por mandatarios provinciales de Santa Fe, Córdoba, Corrientes, Jujuy y Santa Cruz— amenaza con restarle un número clave de legisladores y dejar a la UCR con su bloque más reducido desde 1983.
Desde el sector que impulsa mantener la unidad, la estrategia es construir un bloque flexible, capaz de acompañar o disentir sin fracturas internas. El antecedente inmediato es la gestión de Rodrigo de Loredo al frente de la bancada, que terminó con la ruptura en cuatro subbloques tras las votaciones divididas de los proyectos enviados por el Gobierno nacional.
La postura de Alfredo Cornejo —quien apuesta a fortalecer la estructura radical sin alianzas con La Libertad Avanza— contrasta con la del gobernador santafesino Maximiliano Pullaro. Desde Provincias Unidas exigen un bloque compacto, con votaciones unificadas y un funcionamiento sin fisuras que permita defender intereses regionales sin quedar expuestos a disputas internas.
En este escenario, varios diputados electos aún definen su alineamiento. Entre los que podrían inclinar la balanza se encuentran los correntinos y jujeños que esperan directivas de sus gobernadores. Pablo Juliano, por su parte, mantiene su decisión en reserva.
Senado: ruido interno y el rol clave de los gobernadores
En la Cámara alta la posibilidad de un bloque unificado es mayor, aunque no sin tensiones. Algunos senadores cuestionan la continuidad de Eduardo “Peteco” Vischi como presidente de bancada. En los últimos días, la UCR mostró cohesión al rechazar la jura de la libertaria Lorena Villaverde, movimiento interpretado como una demostración de fuerza frente al oficialismo.
Mientras tanto, Provincias Unidas prepara su presentación formal como interbloque, cuya conducción recaería en Gisela Scaglia. El anuncio provocó la salida de Miguel Ángel Pichetto y Nicolás Massot del armado común. Pese al malestar, en el nuevo espacio minimizan diferencias y aseguran que no existe ruptura porque “nunca hubo incorporación plena”.
Un partido sin candidatos y con riesgo de vacío de conducción
El 12 de diciembre la UCR debe elegir nuevo presidente nacional, pero la falta de postulantes profundiza el desconcierto interno. Los gobernadores ya manifestaron que no quieren asumir el cargo, y otras figuras —como el bonaerense Maximiliano Abad— descartan competir por motivos políticos y territoriales.
En este contexto, un grupo de dirigentes históricos propuso aplazar la elección y conformar un mecanismo de transición: una mesa de delegados que recorra el país durante seis meses para reconstruir la estructura territorial. La iniciativa, impulsada por referentes como Mario Negri y Ernesto Sanz, no convence a todos, aunque tampoco aparece una alternativa superadora.
Entre dudas, tensiones y realineamientos, la UCR ingresa a una etapa clave: definir su peso en el Congreso y evitar un nuevo quiebre que debilite su rol opositor. Para muchos dentro del partido, la cohesión legislativa será determinante para que la conducción nacional “decante sola” y ordene el rumbo de un radicalismo que atraviesa uno de sus momentos internos más delicados.

