Axel Kicillof llevó la voz cantante. Como ya lo había hecho en otras oportunidades. No fue el primero, pero si el más estruendoso. El gobernador de Buenos Aires rechazó la convocatoria al “Pacto del 25 de Mayo” que Javier Milei hizo el último viernes, cuando abrió las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, y dedicó casi todo su discurso en la Legislatura bonaerense a cuestionar la gestión del gobierno nacional.
“Arranquen nomás si no llegamos”, fue la irónica frase que utilizó para dejar en claro que no iba a acudir a la Casa Rosada para negociar un acuerdo previo al pacto que el Presidente quiere llevar a cabo en la provincia de Córdoba. Kicillof sostuvo su decisión en la misma línea argumental que atraviesa a todo el peronismo. “Se nos lanza una invitación que se parece más a una amenaza o una imposición que a un diálogo”, afirmó, rodeado de todas las vertientes de la coalición.
En esa frase está concentrado el principal argumento del peronismo para no acudir a Balcarce 50 este próximo viernes, donde el Gobierno buscará firmar una suerte de preacuerdo del pacto. En la fuerza política entienden que Milei no solo quiere imponer las condiciones del acuerdo nacional al que convocó, sino que lo está haciendo en forma extorsiva, proponiendo un paquete de alivio fiscal a cambio de que respalden la Ley Ómnibus. Votos por plata. Toma y daca. Un funcionamiento de la política tradicional al que criticó en reiteradas oportunidades pero ahora está dispuesto a utilizar.
El gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, fue explícito en la defensa de ese argumento. En una entrevista radial que brindó días atrás aseguró: “El Pacto de Mayo se condiciona a que uno apruebe lo que es la Ley Ómnibus. Desde el vamos, eso no va a ser factible. No se puede debatir algo que fracasó. No hay un solo tema en beneficio de la sociedad”.
“La posición que tenemos un grupo de gobernadores es generar una masa crítica para resistir este sistema de imposición y sometimiento”, sentenció. La resistencia tiene nombre, apellido, cargo y provincia.
Ese grupo de duros está compuesto, además de por el riojano, por Axel Kicillof, el pampeano Sergio Ziliotto, el fueguino Gustavo Melella, el formoseño Gildo Insfrán y el santiagueño Gerardo Zamora, aunque este último suele oscilar entre posiciones duras y negociadoras con más flexibilidad que el resto.
De la línea dura de Unión por la Patria (UP) se desprendieron el tucumano Osvaldo Jaldo y el catamarqueño Raúl Jalil. El reemplazante de Juan Manzur está jugando muy cerca del Gobierno. Su decisión de romper el bloque de diputados nacionales y retirar a tres legisladores, ya le valió el mote de “traidor” dentro del peronismo. No lo cuentan dentro del esquema opositor.
El caso de Jalil es distinto. No quiere caer en el posicionamiento duro y es el más dispuesto a prestar gobernabilidad, pero sigue con los pies puestos en la coalición opositora. “Hay que ir y ver que propone el Gobierno. Es lo lógico en este momento. La pelota la tienen ellos”, explicó un funcionario de su círculo más chico.
El catamarqueño estará el viernes en la Casa Rosada y tiene toda la intención de acompañar la formulación del Pacto del 25 de Mayo. Incluso fue uno de los mandatarios, junto al salteño Gustavo Sáenz, que impulsó en una reunión con el ministro del Interior, Guillermo Francos, la idea de generar una mesa de negociación con el gobierno nacional.
Quintela es quizás la expresión más radical del peronismo del interior. Cultiva una línea política que se va endureciendo día a día. En la apertura de sesiones de la legislatura riojana estuvo acompañado por dirigentes del kirchnerismo duro. Personajes representativos de un mundo K marginal, en lo que respecta a la influencia política, como es el caso del ex vicepresidente Amado Boudou y el ex juez Eugenio Zaffaroni.
El riojano juega fuerte en lo discursivo y es, desde el comienzo de la gestión nacional, uno de los opositores más duros a Milei. Entiende que es inviable firmar un pacto si no hay acuerdos previos y cree, al igual que Kicillof, que lo que existe es una voluntad del Gobierno de imponer las condiciones de la negociación. Es poco viable que el viernes esté en Balcarce 50. Casi imposible.