"¡Una hija mía va a ser cualquier cosa menos boxeadora!". Su padre, boxeador, las quería lejos del ring. Sin embargo, las hermanas Leonela y Dayana se empeñaron en llevarle la contraria a su viejo mientras crecían en Los Álamos, un barrio popular en la provincia argentina de Córdoba, y ahora se convirtieron en campeonas panamericanas.
Leonela, de 25 años, ganó el jueves la medalla de oro del peso gallo (57 kg) de los Juegos Panamericanos de Lima-2019, al derrotar en la final a la brasileña Jucielen Cerqueira en el Coliseo Miguel Grau del Callao. Dayana, de 26, no pudo batir el viernes a otra peleadora de Brasil, Beatriz Soares, pero subió al podio con una presea de plata.
Nunca antes el boxeo argentino había podido ganar un oro panamericano. Dayana, cuando era niña, odiaba el boxeo, a diferencia de Leonela. "A ella siempre le gustó el boxeo; a mí, no", relató la mayor de las hermanas a la AFP.
Dayana recuerda bien el disgusto de su padre, Hugo, cuando le comentó durante una cena familiar que quería ser boxeadora. "¿Vos estás loca? ¡Una hija mía va a ser cualquier cosa menos boxeadora! Estudiá, terminá el colegio, vas a ser modelo, profesora, cualquier otra cosa, pero boxeadora no", soltó. No pudo, pese a ello, ponerle freno.
Una vez iniciada la aventura de Dayana, no pasó mucho tiempo para que Leonela, más hiperactiva y apodada por ello como La Monita, le siguiera los pasos.
Boxeador durante la década de 1990, Hugo fue una influencia enorme para las hermanas Sánchez, pero lamentablemente su historia terminó mal. Hace una década rompieron con él, por problemas de adicción a las drogas y al alcohol. Las hermanas buscaron por todos los medios ayudarlo, pero la relación fue deteriorándose. "Se terminó la relación y nunca más volvimos a hablar", lamenta con tristeza Dayana.
Las dos se apoyaron en su madre, María Rosa. Aunque a ella tampoco le gustaba mucho la idea de ver a sus niñas boxeando, no le quedó otra que terminar apoyándolas. Incluso fue ella el impulso final que, una semanas antes, encontró Leonela. Cansada de viajes, concentraciones y entrenamientos lejos de la familia, La Monita se planteó bajarse de los rings. "Me dijo que no fuese tonta, que me podía llegar a arrepentir, que no importaba lo que pasara, que viniera y luchara y que si mi sueño era ser campeona panamericana, que lo cumpliera. Y acá estoy", relató con la medalla de oro en sus manos.
Más de dos décadas esas dos niñas siguen celebrando, pero ahora lo hacen con sus propios combates.
Fuente: NA