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El caso de “Tano”, el cachorro que desató una polémica sobre prejuicios y convivencia en un barrio privado de Santa Fe

Un video viral de TikTok puso en el centro del debate la historia de “Tano”, un American Bully de cuatro meses al que la administración de un barrio cerrado le ordenó abandonar el lugar por considerarlo una “raza de manejo especial”. El caso generó una ola de apoyo en redes y abrió una discusión sobre discriminación, miedo y clasismo.

21 de octubre de 2025


Hola, soy Tano. Tengo cuatro meses, soy un American Bully y en un barrio privado de Santa Fe quieren echarme.” Con esa frase comienza el video que, en pocos días, superó miles de reproducciones en TikTok y se transformó en tendencia. Lo que parecía una anécdota menor —la historia de una familia y su cachorro— derivó en un debate mucho más profundo: los prejuicios sociales, el miedo al diferente y las reglas implícitas que rigen la convivencia en ciertos sectores privilegiados.

Con un tono inocente y simpático, la voz en off del video simula ser la del propio cachorro. Pero detrás del humor y la ternura del relato, asoma la crudeza de una situación real. Según contó el dueño del animal, la administración del barrio le notificó que debía retirar al perro en diez días, al considerarlo una “raza de manejo especial”. Sin embargo, el American Bully no figura entre las razas catalogadas como potencialmente peligrosas en la normativa interna, y la familia había presentado toda la documentación veterinaria requerida.

“Me registró, mostró mis vacunas y todo perfecto. Yo solo dormía, comía, jugaba y aprendía a caminar sin tropezar con mis patas. Pero un día, sin aviso, la administración decidió que tenía que irme”, dice “Tano” en el video, en un fragmento que condensa ironía y denuncia.

El dueño también expuso una aparente contradicción: “En el barrio hay zorros, zarigüeyas, y hasta hubo robos a vecinos reconocidos. Pero el problema soy yo”, escribió al pie del video.

La publicación rápidamente generó una ola de solidaridad, con usuarios que cuestionaron la decisión del consorcio y señalaron el trasfondo de discriminación y miedo injustificado hacia determinadas razas. Otros aprovecharon para reflexionar sobre cómo las normas de convivencia pueden transformarse en instrumentos de exclusión, incluso en espacios que se presentan como modelos de seguridad y orden.

El caso de Tano, más allá del desenlace administrativo que tenga, se convirtió en un símbolo de los prejuicios cotidianos: la manera en que se proyectan temores, estereotipos y estigmas, incluso sobre un cachorro que apenas empieza a descubrir el mundo.