"Sobrevolaban mil preguntas al aire del planeta fútbol pero todas cayeron al suelo ante la claridad de las respuestas. El astro se deshizo del habitual arte del engaño que utiliza en el campo y fue directo. Brillante, en mi opinión. Admirable.
Me quedo con la sinceridad que percibí en cada palabra.
Me quedo con la convicción y la valentía de querer marcharse para seguir compitiendo, aun con el dolor de desarraigar a su familia.
Y me quedó con la madurez para interprerar que los dirigentes no son el club aunque puedan sentirse el club, hablar y obrar por el club.
Ante la dificultad del futbolista para tamizar y separar en situaciones de decepción y enojo, Messi tuvo la serenidad para no mezclar y reflexionar a tiempo, con maestría.
El club es la gente, su templo, la Masía, la ciudad y las personas que amortiguaron su precoz y forzado destierro hace dos décadas.
La gente, esa gente, su gente, fue el límite. Porque partir sin conflicto, tal como lo intentó, es tomar distancia. Pero hacerlo desde los tribunales, es divorciarse y no hay dolor que duela tanto en el rosarino como para cometer ese atropello al sentimiento mutuo.
El enfrentamiento legal fue el límite. Messi frenó donde pocos frenan: en el respeto y la gratitud. Sentimientos que intentarán cicatrizar para iniciar de nuevo.
Lo otro, lo que vendrá en el césped y en la diaria, dentro del club, dentro de este tiempo y dentro del que viene depende de otros actores, Lionel incluido".
César Carignano