Cuando le preguntaron por sus futbolistas les agradeció el esfuerzo y el compromiso pero haciendo hincapié en los que menos habían jugado. Porque ellos sostuvieron e impulsaron al resto. Porque ellos transformaron en un logro colectivo, grupal este nuevo título del Atlético Madrid.
Seguramente radique allí uno de los grandes valores de la conducción Simeone. Porque el respeto real y manifiesto al grupo, lo potencia y potencia sus individualidades. Evidentemente habrá otros, invisibles a los ojos externos y que nacen y crecen puertas adentro de un plantel.
Sin embargo, la idea de grupo por sobre la de equipo no es la única que puede percibirse a lo largo de una enorme temporada, inmersa en una era épica. Este grupo, como todo en la vida del Cholo, transmite pasión, vocación de servicio y fundamentalmente, una convicción conmovedora.
No es sencillo sostenerse gran parte de la temporada en el liderazgo, sabiendo que detrás galopan los corceles de mayor hándicap con la fuerza de su fútbol y el empuje de sus economías insaciables. Resistir potenciándose, mirar al frente sin dejar de mirar hacia atrás, convivir con la certeza de ser el objetivo de todos no solo es complejo sino estresante.
Allí se precisa de dos cosas primordiales: un conductor convencido y un grupo que le crea.
Ese es, probablemente, es rasgo más identificatorio de Simeone. Una virtud que va más allá de los resultados.
Esa capacidad de contagio no puede ser solo empática. Debe ser además formadora. Se precisa tener conocimientos reales del juego para que los hechos caigan cerca de las palabras; y para que a partir de eso el futbolista crea. Y Diego Pablo lo ha demostrado permanentemente.
Con su arribo el cambio de intenciones fue manifiesto: subirse al podio del fútbol español y superar la fase de grupos de las competiciones europeas por jugar.
Con su trabajo el cambio de rumbo es indudable: casi una década más tarde, su equipo no ha caído nunca fuera del podio de la Liga ganándola en dos oportunidades y siempre superó la instancia inicial de la Copa de Campeones, jugando incluso un par de finales. Solo una vez no lo logró y terminó conquistando la Europa League.
Fue quijotezco, cuando lo propuso. Es legendario, varios años después.
Creer para convencer. Creer para crear nuevas realidades. Trabajar para cambiar paradigmas. Interpretar momentos y recursos para minimizar diferencias y competir con posibilidades reales. Evolucionar, para correrse del estereotipo y ser protagonista de diferentes maneras. Buscar ser mejor siempre, cada día, sin bajar el umbral de competición, de ambición y de exigencia.
Eso es Simeone. Eso es, por Simeone, el Aleti.