El mundo católico siguió con atención la primera ceremonia de Navidad encabezada por León XIV quien utilizó el estrado de la basílica de San Pedro para pronunciar una homilía cargada de definiciones políticas y humanitarias. El Papa retomó la tradición de celebrar esta misa en el templo mayor del Vaticano algo que no ocurría desde el año 1994 y centró su discurso en la fragilidad de la condición humana frente a los conflictos armados. Durante su intervención el pontífice hizo especial hincapié en la situación crítica que atraviesan los civiles en la Franja de Gaza señalando el sufrimiento de miles de desplazados que se encuentran desprotegidos ante las inclemencias climáticas en campamentos de refugiados.
El mensaje papal no solo se limitó a la asistencia humanitaria sino que también incluyó una fuerte crítica a los liderazgos que sostienen los enfrentamientos bélicos en distintas latitudes. León XIV se refirió a la situación de los jóvenes soldados que son enviados al frente de batalla bajo discursos que calificó como mentirosos y rimbombantes mientras advierten la falta de sentido de las órdenes que reciben. Para el líder de la Iglesia Católica la paz solo será posible cuando el dolor ajeno logre quebrar las certezas individuales y se genere una escucha real que interrumpa los monólogos de poder que dominan la escena internacional actual.
Tras finalizar la ceremonia y en el marco de la tradicional bendición Urbi et Orbi el pontífice dedicó un párrafo especial al conflicto entre Rusia y Ucrania en un momento donde las negociaciones sobre el plan de paz impulsado por Estados Unidos atraviesan instancias decisivas. León XIV exhortó a ambos países a encontrar el coraje necesario para establecer un diálogo directo y sincero que permita silenciar las armas tras casi cuatro años de hostilidades. Con este llamado a la comunidad internacional el Papa cerró una jornada marcada por la insistencia en una Iglesia misionera que debe ponerse al servicio de las poblaciones más indefensas y heridas por la guerra.

