Aunque son números muy bajos respecto a gran parte del mundo, suponen para China el nivel más alto de contagios desde marzo de 2020.
El país donde se detectó inicialmente el virus a finales de 2019 sigue una estricta política de cero covid que ha permitido contener la pandemia, pero con un elevado coste social y económico.
Con la aparición de unos pocos casos en una región o ciudad, las autoridades imponen generalmente severas medidas de confinamiento a gran escala y proceden a realizar test masivos a la población.
Después de más de dos años de pandemia, cada vez aparecen más interrogantes sobre la viabilidad de esta estrategia mientras el resto del mundo trata de recuperar la normalidad y convivir con el virus.
En su discurso anual frente al Parlamento, el primer ministro Li Keqiang indicó el sábado que China debía optimizar sus medidas contra la epidemia.
La mayoría de nuevos casos del jueves se registraron en la provincia de Jilin (noreste), limítrofe con Corea del Norte, así como en la ciudad portuaria de Qingdao (este), a orillas del mar Amarillo.
A pesar del repunte epidémico, las autoridades locales parecen adoptar una estrategia más moderada.
La capital homónima de Jilin no decretó un confinamiento, sino que solamente ordenó a sus ciudadanos evitar desplazamientos inútiles.
En Qingdao, solo los habitantes de las zonas donde se han detectado casos de ómicron están sometiéndose a test masivos.
Como comparación, en octubre de 2020, esta metrópolis de 10 millones de personas realizó pruebas a todos sus habitantes tras aparecer algunos casos.
En diciembre, las autoridades de Xi'an (norte) impusieron un confinamiento de un mes a sus 13 millones de habitantes por un brote en la ciudad. Fue el confinamiento más largo en China desde el cierre de Wuhan (centro), primer foco de la pandemia, entre enero y abril de 2020.
Fuente: RFI