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Papa Francisco: “¿De qué serviría que fuera a Kiev si la guerra continuara al día siguiente?”

El Pontífice explicó por qué no viaja a Ucrania y por qué no nombra ni a Putin ni a Rusia cuando habla de la invasión; señaló que está “dispuesto a hacer todo para frenar la guerra”; qué dijo sobre cuándo visitará la Argentina

22 de abril de 2022


Solo basta nombrar a Ucrania para que el papa Francisco exclame una frase categórica: “Estoy dispuesto a hacer todo para frenar la guerra. Todo”. Sus palabras y sus gestos delatan que no hay otro problema, fuera o dentro de la Iglesia, que ahora lo preocupe más que la invasión de Rusia a Ucrania.

“Las guerras son anacrónicas en este mundo y a esta altura de la civilización”, dice, también tajante. Tiene el mismo rostro lozano de hace nueve años, cuando lo eligieron papa, pero un desgarro en el ligamento de la rodilla complica sus posibilidades de caminar y lo obligan a renguear. “Pasará”, se resigna, aunque no acepta que lo infiltren. Prefiere ponerse hielo en la zona afectada y tomar algunos analgésicos. Los médicos le aseguraron que el problema desaparecerá con el tiempo. “La recuperación de los ligamentos es lenta a esta edad”, explica. “Se lo ve muy bien”, le digo. Responde con su ironía de siempre: “A esta edad uno debe conformarse con que le digan que se conserva bien”. Durante el encuentro con LA NACION se referirá también al contenido de una carta a un comunicador argentino en el que señaló que el periodismo practica la “coprofilia”, que significa el gusto por oler excrementos.

-¿Por qué usted no nombra nunca a Putin ni a Rusia?

-Un papa nunca nombra a un jefe de Estado ni mucho menos a un país, que es superior a su jefe de Estado.

-¿Puede suponerse entonces que hay gestiones de mediación?

-Siempre hay gestiones. El Vaticano no descansa nunca. Los detalles no se los puedo contar porque dejarían de ser gestiones diplomáticas. Pero los intentos no cesarán nunca.

Cerca de él, dos cardenales confesaron que esperan que en los primeros días de mayo termine gran parte de la guerra en Ucrania, si no la guerra misma. Es la información que manejan, aunque ninguno está seguro de que finalmente eso sucederá.

-¿Qué significó su visita a la embajada de Rusia en el Vaticano?

-Fui solo. No quise que nadie me acompañara. Fue una responsabilidad personal mía. Fue una decisión que tomé en una noche de vigilia pensando en Ucrania. Está claro para quien quiere verlo bien que estaba señalando al gobierno que puede poner fin a la guerra en el próximo instante. Para serle sincero, quisiera hacer algo para que no haya una sola muerte más en Ucrania. Ni una más. Y estoy dispuesto a hacer todo.

-Rusia dice que Ucrania, país vecino, iba a entrar en la OTAN y que eso ponía en peligro la seguridad rusa. ¿Usted cree que se justifica una guerra por si acaso?

-Toda guerra es anacrónica en este mundo y a esta altura de la civilización. Por eso también besé públicamente la bandera de Ucrania. Era un gesto de solidaridad con sus muertos, con sus familias y con los que sufren la emigración.

-¿Por qué nunca fue a Kiev, donde ciertamente la gente común lo espera?

-No puedo hacer nada que ponga en riesgo objetivos superiores, que son el fin de la guerra, una tregua o, al menos, un corredor humanitario. ¿De qué serviría que el Papa fuera a Kiev si la guerra continuara al día siguiente?

Párrafo aparte merece su relación con Kirill, el patriarca de Moscú de la Iglesia Ortodoxa Rusa, religión que mantiene una tensión histórica con la Iglesia Católica de Roma. Francisco es el primer papa con el que el patriarca Kirill aceptó reunirse. No quiso hacerlo con los papas Juan Pablo II ni con Benedicto XVI, pontífices que también le manifestaron al patriarca de Moscú sus deseos de hablar con él. La única reunión que tuvieron Francisco y Kirill se realizó en una ciudad neutral, en La Habana, a pedido del religioso ruso. Aprovecharon un viaje de Francisco a México (hizo una escala en Cuba solo para verse con Kirill), mientras el patriarca estaba de visita en la isla.

-¿Cómo es su relación con el patriarca Kirill?

-Muy buena. Lamento que el Vaticano haya tenido que levantar una segunda reunión con el patriarca Kirill, que teníamos programada para junio en Jerusalén. Pero nuestra diplomacia entendió que una reunión de los dos en estos momentos podía prestarse a muchas confusiones. Yo siempre promoví el diálogo interreligioso. Cuando era arzobispo de Buenos Aires junté en un fructífero diálogo a cristianos, judíos y musulmanes. Fue una de las iniciativas de las que me siento más orgulloso. Es la misma política que promuevo en el Vaticano. Como usted me escuchó muchas veces, para mí el acuerdo es superior al conflicto.

-Usted le escribió a un comunicador que a los periodistas nos gusta la “coprofilia” y pareció una acusación a todos los periodistas. Una acusación general es siempre una acusación injusta. ¿Está de acuerdo?

-Por supuesto, pero yo no hice esa acusación. Lo que quise hacer es marcar las tentaciones a las que puede verse expuesto un periodista. De la misma manera, marco las tentaciones a las que pueden verse expuestos los sacerdotes, los obispos y ¡hasta los papas! (se ríe). Siempre hablo del periodismo como una “noble profesión” y así se lo dije a este periodista (por Gustavo Sylvestre). Si pensara que todos los periodistas practican la coprofilia, usted no estaría sentado hoy conmigo.

-Porque nos conocemos hace 30 años me sorprendió esa descripción del periodismo.

-Le repito: nunca hice semejante acusación contra todo el periodismo. Solo señalé las tentaciones. En realidad, la primera vez que hablé de la tentación de la “coprofilia” en el periodismo fue hace 20 años en una cena de Adepa. Me parece, de todos modos, que de las cuatro tentaciones que le marco al periodismo (desinformación, calumnia, difamación y coprofilia) la más grave no es la coprofilia, sino la desinformación. El periodismo es una profesión noble cuando cumple con su misión de informar. La desinformación es la cara opuesta a la información.

-¿Usted autorizó la publicación de esa carta?

-De ninguna manera. El periodista me preguntó si la podía hacer pública y yo le contesté que era mejor que no se conociera “para no echar querosene al fuego”. No quiero que queden dudas. Solo señalaba las tentaciones a las que pueden estar expuestos algunos periodistas. Nunca fue una acusación a todo el periodismo.

El Papa no habla de la Argentina. Está cansado de que sus palabras se tergiversen en su país. Está definitivamente fatigado de que lo metan constantemente en una grieta que él nunca vivió. Cuando fue elegido papa, en 2013, el concepto de grieta todavía no existía, aunque ya se advertía cierta división en la sociedad argentina. Hasta el momento de su elección, el entonces arzobispo de Buenos Aires fue víctima del acoso de los dos gobiernos Kirchner. Los que conocen la política recuerdan en Buenos Aires que Cristina Kirchner reaccionó muy mal cuando su entonces detestado cardenal Bergoglio fue elegido papa. Hasta que entendió que era mejor asumir lo inmodificable y acercarse a él.

-¿Cuándo visitará la Argentina?

-No lo sé. Deben coincidir varias circunstancias. Pero quiero volver a ver el país porque nunca lo olvidé-, desliza casi con un susurro, y con cierta nostalgia, poco antes del adiós.

Fuente: La Nación