Colón jugó mal, mereció ganar pero terminó perdiendo con justicia. Así es, las contradicciones se unen para ilustrar lo que fue el partido. Un borbollón de nervios para tratar de cumplir con los hinchas que en varias ocasiones pidieron poner “eso”.
Con un primer tiempo desordenado, allí San Telmo tuvo varias ocasiones, más por impericia local que por virtudes del Candombero que igualmente siempre quiere poner la pelota al pie.
El chico Gallay fue el que más intentó, los volantes no tuvieron certeza y la línea de fondo siempre jugó adelantada. Volvió a pagar el precio alto que le costó en Carlos Casares, con Agropecuario, pero la pelota, no entra.
No menos de cinco jugadas tuvo, San Telmo no se quedó atrás porque se paró de contragolpe y en las bien elaboradas, los nervios de Talpone, Escobar, Gigliotti o el mismo Gallay hicieron trizas las jugadas o Rufinetti las salvó.
Cuando parecía que el cero era inamovible, en la última jugada Brítez de contra entró solo por la izquierda, disparó abajo, contra el palo derecho de Díaz que una vez más se sintió inseguro y dio la sensación de poder haber hecho más.
Los silbidos y el desencanto del fiel pueblo sabalero, reprobaron otra deficiente actuación Sangre y luto que llegó a la tercera derrota consecutiva. ¿Pereyra? Difícil que pueda continuar así.
“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Fin de partido, y una vez más las manos vacías.