Tras varios meses sin poder acceder a la laguna Setúbal desde su desembocadura, en la Costanera Este, y luego de una semana de tareas para retirar la vegetación acuática que se había acumulado e impedía la navegación, finalmente este miércoles al mediodía el Ejercito pudo abrir paso hacia el precioso espejo de agua que es símbolo natural de la ciudad de Santa Fe.
Es apenas “una puertita” lo que se observa entre la maraña de canutillos, catay y camalotes. Una brecha de agua entre la vegetación acuática que mide hasta más de dos metros de altura y hasta tres metros de profundidad y conforma un embalsado. El mismo ocupa todo el ancho de la desembocadura de la Setúbal, de orilla a orilla.
El embalsado se formó con la acumulación de vegetación que, con el repunte del río, se desprendió de los arroyos y lagunas del Delta Superior de la Setúbal y comenzó a navegar aguas abajo. Al llegar a la altura de la desembocadura de la laguna, gran parte de esa vegetación quedó atascada entre los antiguos pilotes del ferrocarril -a la altura del Faro-, y con el correr de los días fue cada vez más grande hasta cubrirlo todo e impedir la navegación aguas arriba. Un verdadero “tapón” verde.