Sudáfrica inició este lunes una semana de duelo tras la muerte del arzobispo Desmond Tutu, inmenso símbolo de la lucha contra el apartheid pero también un cálido y carismático comunicador, cuya partida deja huérfano al país.
El Premio Nobel de la Paz 1990, que murió de manera apacible el domingo a sus 90 años, se había retirado de la vida pública estos últimos meses. Pero todos recuerdan su silueta, su tenacidad y su franqueza legendarias para denunciar las injusticias.
Su funeral tendrá lugar el 1 de enero en la catedral de San Jorge de Ciudad del Cabo, su antigua parroquia, donde a pesar de la lluvia continuaban llegando este lunes sus conciudadanos para depositar una ofrenda floral, informó la agencia de noticias AFP.
El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa tenía previsto visitar el lugar por la tarde, según fuentes oficiales.
El cuerpo de Tutu reposará el viernes en una capilla ardiente de la catedral, antes de ser incinerado.
A raíz de la pandemia del coronavirus, la asistencia estará limitada a un centenar de personas, precisó la Iglesia Anglicana en una conferencia de prensa en la que alentó a los fieles a seguir la misa desde casa.
"Cuando éramos jóvenes militantes, si el arzobispo Tutu estaba presente, la policía o el ejército nunca nos disparaba. ¿Por qué? Realmente no lo sabemos. Pero nos servía de escudo", tuiteó Panyaza Lesufi, hoy en día una responsable del Congreso Nacional Africano (ANC), el partido que enterró el apartheid y se mantiene en el poder en Sudáfrica.
"Arch", diminutivo de arzobispo en inglés con el que se lo conocía de manera afectuosa en su país, "es el último de una generación extraordinariamente sobresaliente de dirigentes africanos", escribió este lunes la viuda de Nelson Mandela, Graça Machel, al lamentar "la pérdida de un hermano".
"Desde lo alto de su púlpito, utilizando con habilidad su autoridad moral, Arch condenó con pasión el apartheid y exigió con elocuencia sanciones contra el régimen racista", recordó la militante mozambiqueña.
Con el "coraje indescriptible" que tenía para luchar, "permanecía decidido y sin miedo, liderando las manifestaciones, con su vestimenta clerical y su crucifijo como escudo", describió, contando en un plano personal que Tutu incitó a "Madiba y a ella misma" a oficializar su unión a través del casamiento.
La iglesia anglicana anunció una semana de conmemoraciones.
Desde este lunes hasta el viernes, las campanas de la catedral de San Jorge repicarán diez minutos a partir de mediodía para recordarlo.
El arzobispo de Ciudad del Cabo pidió que aquellos que lo deseen "hagan una pausa en sus tareas" para pensar en Tutu.
El miércoles, la diócesis de Pretoria y el Consejo de Iglesias de Sudáfrica organizarán un servicio conmemorativo en la capital.
El jueves por la noche está previsto un servicio íntimo para la viuda de Tutu, "Mama Leah", la familia y amigos.
Los homenajes continuaron llegando desde todo el mundo de parte de muchos jefes de Estado y de autoridades religiosas.
El papa Francisco destacó su papel en la "promoción de la igualdad racial y la reconciliación", y el Dalai Lama, viejo amigo de Tutu, elogió a "un gran hombre enteramente dedicado al servicio de sus hermanos y hermanas".
Tutu adquirió su notoriedad en las horas más oscuras del apartheid cuando encabezó marchas pacíficas contra la segregación y para abogar por sanciones contra el régimen de supremacía blanca de Pretoria.
A diferencia de otros militantes de su época, sus hábitos lo salvaron de ser encarcelado y su lucha pacífica fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz en 1984.
Tras la llegada de la democracia en 1994 y la elección de su amigo Nelson Mandela como presidente, Tutu, que dio a Sudáfrica el apelativo de "Nación del Arcoíris", presidió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), creada con la esperanza de pasar la página del odio racial.
Fuente: Telam