Quienes comparten su vida con una mascota conocen la escena: hablarle con voz de bebé, contarle los problemas del día o preguntarle su opinión sobre la cena. Este comportamiento, tan común como a veces juzgado, tiene un nombre: antropomorfismo, y la ciencia ha demostrado que es una manifestación de nuestras capacidades cognitivas más complejas.
Según expertos en psicología, la tendencia a atribuir emociones y rasgos humanos a seres no humanos no es un signo de ingenuidad, sino un subproducto de nuestra inteligencia social. El mismo proceso cerebral que nos permite identificar intenciones y emociones en otras personas se activa cuando interactuamos con nuestras mascotas. Es, en esencia, un testimonio de la empatía y la capacidad de nuestro cerebro para crear conexiones sociales.
Este diálogo no solo es beneficioso para los humanos, ya que ayuda a combatir la soledad y a crear un sentimiento de compañía incondicional, sino que también impacta directamente en los animales. Estudios han revelado que el uso de un tono de voz agudo y melódico, conocido como “pet-directed speech” (discurso dirigido a mascotas), capta su atención de manera más eficaz, mejora su estado de ánimo y refuerza el lazo afectivo.
Así que la próxima vez que te encuentres conversando con tu perro o gato, no te sientas extraño. Estás participando en un acto que fortalece vuestro vínculo, estimula tu inteligencia social y celebra una de las relaciones más puras que existen.

