El Hogar Casa Cuna de Santa Fe, con nueve décadas de trayectoria en el cuidado de niños y niñas, cerró definitivamente sus puertas el pasado 31 de octubre en medio de un clima de incertidumbre y desconcierto. Según relató Graciela Zapata, cuidadora con más de treinta años de servicio, la decisión se comunicó “de un día para otro”, junto con la confirmación de que los menores serían trasladados a otras instituciones del sistema provincial de protección.
Las 14 trabajadoras que aún formaban parte del plantel quedaron sin empleo de manera inmediata, a pesar de que la mayoría integraba la planta permanente desde hacía décadas. Zapata advirtió además que la organización mantiene una deuda salarial de varios meses y que tampoco cumplió con el acuerdo firmado ante la Secretaría de Trabajo, que establecía un pago compensatorio que nunca se concretó.
El cierre representa un golpe simbólico y material para la comunidad santafesina, que históricamente acompañó el sostenimiento del hogar. Aunque los niños fueron reubicados y asistidos por equipos profesionales, la clausura marca el final de una institución profundamente arraigada en la memoria local.
Los orígenes de Casa Cuna se remontan a 1935, cuando el padre Alfonso Durán, conmovido por la crisis social de la década del ’30, impulsó la creación de un espacio que brindara alojamiento, cuidado y afecto a niños y niñas sin hogar. Así nació el Hogar Casa Cuna “Atanasia Hernando de Durán”, bautizado en honor a su madre. El proyecto tomó forma gracias a los ahorros del sacerdote y al apoyo de la Sociedad Conferencia de Señoras de San Vicente de Paul, vinculada a la organización de las casas-cuna en París. Con el paso del tiempo, la institución adecuó su misión a las nuevas políticas nacionales y provinciales de promoción y protección de derechos de las infancias, manteniendo siempre su vocación de acompañamiento.
Hoy, ante la falta de respuestas oficiales, las trabajadoras permanecen asesoradas por abogados y evalúan iniciar acciones legales. Mientras tanto, continúan visibilizando su situación y el abrupto final de un hogar que marcó la vida de generación tras generación. “Confiamos y luchamos hasta lo último para seguir trabajando”, lamentó Zapata.

