Hoy se celebra el Día de los Trastornos del Espectro Autista, tema de enorme relevancia social, especialmente en los últimos años en donde la tasa de aparición de los mismos pasó de 1-2 entre 1.000 personas, en la década de los 90, a 1 entre 160, en 2019, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se define a los Trastornos del Espectro Autista (TEA) como un déficit persistente en la habilidad para iniciar y sostener una interacción social recíproca, y una comunicación social, con un rango de intereses restringidos, repetitivos y patrones de conducta estereotipados. Para su diagnóstico deben detectarse fallas sociocomunicativas y presencia de intereses restringidos y conductas repetitivas.
Se menciona la idea de ‘espectro’ porque hay una enorme variabilidad en los casos, según lo que los niños muestren: mayor o menor aislamiento social; mayor o menor cantidad de intereses restringidos y conductas repetitivas; presencia o no de hiperactividad; presencia o ausencia del lenguaje; presencia o ausencia de discapacidad intelectual y diferencias en el procesamiento de la información sensorial.
Según el funcionamiento en cada uno de estos ejes, se definirá el perfil de cada niño, sus necesidades de intervención escolar y terapéutica y el pronóstico de independencia a futuro.
En la coyuntura actual del COVID 19, con el aislamiento obligatorio, muchos de estos niños y adultos con TEA no sólo sufren por no poder salir, sino por la pérdida de las rutinas y la organización cotidiana -factor nuclear en sus vidas-, ya que contar con ellas los ayuda a organizarse interiormente y a disminuir las conductas de ansiedad. Es decir, esta situación altera la vida de las personas con TEA y afecta el funcionamiento de todo el grupo familiar.
Por este motivo, es necesario considerar algunas recomendaciones para hacer la vida más llevadera, hasta que se pueda retomar la vida habitual:
Tratar de organizar nuevas rutinas en el hogar. Cotidianamente, desplegamos rutinas dentro de la casa, como pueden ser los momentos de la comida, el aseo, la tarea escolar, el descanso, etc. En muchos niños, que están adquiriendo esas rutinas, es la oportunidad de practicarlas para que las aprendan completamente.
Adicionalmentea esas rutinas es preciso sumar otras, como por ejemplo establecer momentos para hacer actividad física (en el espacio que se disponga), jugar, dibujar, escuchar música o mirar TV. Explicar a la persona con TEA cuál será esa rutina diaria y cuanto durará cada actividad. Esta explicación se adaptará al nivel intelectual y lingüístico de cada persona. Habrá quien pueda entenderlo sólo contándoselo anticipadamente y otros, requerirán de una secuencia de dibujos que expliquen qué hará a lo largo del día y, a medida que transcurre la jornada, ir tachando lo que ya pasó.
Anticipar las situaciones. Además de explicar qué se va a hacer, es importante anticipar, en cada cambio, qué es lo que va a pasar. No dejar que las situaciones nuevas lo sorprendan porque, en general, eso desencadena reacciones de conducta no deseadas. Compartir juegos y actividades con los niños.
Dar tiempos libres dentro de las rutinas para que cada uno haga lo que quiera en ese momento. Aunque no sea algo fácil, los padres tienen que tratar demantener la tranquilidad. El nerviosismo es contagioso, y, si el adulto está tenso el niño, replicará esa tensión afectando la convivencia. Ser positivos en las intervenciones con las personas con TEA.
Resaltar las conductas positivas.
Por último, tomar este momento difícil como una oportunidad para poner el acento en la formación Familiar. La familia es el núcleo de afectivo y formativo de todo ser humano, más allá de las características de cada integrante .
Tomemos este momento único en la historia de la humanidad como una oportunidad para unirnos y aprender.
Fuente: Perfil