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El adiós a Baloo, el perro rescatista que durante diez años fue héroe de los santafesinos

La conmovedora historia del pastor belga malinois, de la Unidad Canina de Bomberos Zapadores. Junto con el inspector Leandro Rivero prestó servicio en búsqueda y rescate bivalente en misiones como la explosión y derrumbe en calle Salta 2141, en Rosario, o el femicidio de Chiara Páez, en Rufino. Se había jubilado en 2022.

19 de enero de 2025


Baloo siempre fue un perro especial. Nacido en una camada de nueve pastores belgas malinois de los que solo sobrevivieron tres, desde sus 45 días su destino estaba marcado. Prestó servicio una década en el cuartel de Bomberos Zapadores de zona sudoeste de Rosario hasta 2022. Allí disfrutó de vivir su “vida de perro” hasta que el viernes 10, a dos meses de cumplir 14 años, falleció.

Fiel compañero del subcomisario Leandro Rivero, Jefe de la Unidad Canina de Rosario y Sub Jefe de la Provincia en la Dirección General de Bomberos, Baloo fue un perro entusiasta y con un talento insuperable.

 

La vida y misiones de Baloo

Baloo fue rescatado junto con sus hermanas Pily y Parca luego que el resto de una camada de nueve cachorros muriera a causa de la colocación de vacunas adulteradas. “Estaban famélicos, hasta que lograron estabilizarlos”, recordó Rivero. Baloo comenzó su entrenamiento junto a Rivero a los 45 días de vida. “Estuvo en mi casa hasta los cuatro meses”, según recordó. Sus hijos lo bautizaron como el oso del Libro de la Selva, la obra de Rudyard Kipling que Disney popularizó.

Luego, contó, “con intervalos Baloo comenzó a vivir en la Unidad y en mi casa”. Podría decirse que la agrupación se creó a partir del trabajo del inspector y su perro. La resolución que constituyó la “Unidad Canina de Búsqueda y Rescate de la Dirección General de Bomberos Zapadores” es la 2055/13, del 22 de agosto de 2013, dos semanas después de sus primeras misiones.

La primera misión de Baloo fue entre los escombros de los edificios de calle Salta 2141, tras la explosión por un escape de gas, en agosto de 2013, en Rosario: “Fue la prueba de fuego. No había Sección Perros en Bomberos Zapadores y en esa intervención anduvieron muy bien Baloo y sus dos hermanas que eran bien cachorritos”, recordó Rivero. “Baloo -agregó- tenía muy clara la búsqueda de fallecidos. Nos quedamos los siete días de búsqueda: Baloo y sus dos hermanas eran ambivalentes, lo que permitía buscar personas vivas entre los escombros, y óbitos”.

 

Casi once años de trabajo

Baloo trabajó en varios rastreos de casos que conmocionaron a la sociedad como los femicidios de Chiara Páez, la adolescente asesinada por su novio en Rufino en mayo de 2015, y el de Nora Escobar, de Granadero Baigorria, en mayo de 2022. También intervino en la aprehensión de un femicida en Villa Minetti. Rivero recuerda de ese entonces, que Baloo demostraba su “lealtad como perro”, pero a la vez necesitaba recreación. “Y eso es el adiestramiento: a través del juego complacen a su amo. Ese es el premio que buscan, lo que cobran por hacer su trabajo”, explicó el bombero.

Pasados los años, una de las últimas misiones de Baloo lo llevó a Superí al 200, en La Florida de Rosario y su actuación fue clave para hallar el cuerpo del dueño de una casa de tres pisos derrumbada en una fría mañana de julio del 2022.

Durante casi 11 años, el bombero lo entrenó a diario, le enseñó a obedecer, a reconocer rastros. “Me enseñó a tener paciencia y a creer”, reconoció a su vez Rivero, “porque muchas veces en la búsqueda nos preguntamos si nuestro trabajo sirve y él me demostró que sí. Hemos hallado lo que buscábamos, y lo festejé con él”, recordó.

 

Jubilarse para disfrutar una vida de perros

A Baloo le llegó su jubilación a finales de 2022. Tuvo un sentido acto oficial: “Se jubiló con guardia de honores, medallas y lo que tenía que tener por el trabajo que desempeñó”, afirmó el bombero. Ya hacía tiempo que su entrenador notaba en el animal un cambio de hábitos: daba indicios de que necesitaba un cambio de rutinas. Andaba más lento. El inspector preparó un lugar para llevarlo a su casa. Le compró parte de un terreno a un vecino y lo parquizó para Baloo, que allí disfrutó de su vida de perro. “Durante tres años jugó en el patio y vivió su jubilación que bien merecida estuvo”, aseguró el inspector Rivero.

 

Amigo fiel hasta el final

Los años le pasaron factura al viejo Baloo. Su cuerpo se deterioró. Necesitó de una “artillería” de calmantes su último día. Y allí estuvo Leandro, quien emocionado contó que “ese día hicimos un asado que compartió con nosotros y la última noche lo mimamos y acompañamos”.

Mientras en el cuartel le daban el eterno descanso a Baloo, el inspector volvió a repetir que el pastor belga fue su “amigo, su compañero, su binomio”. A Baloo lo despidió toda la división entre lágrimas, pero sobre todo con el orgullo de haber formado un perro como él, un héroe. Y confiando en que sus hijos, Barton y Aegon, con el tiempo, puedan llegar a ser como él.