Las mujeres son más pobres que los varones, tienen trabajos más precarios y sufren más el desempleo: así lo exponen las estadísticas oficiales. Esto tiene consecuencias directas en los lugares que habitan. Solas, en familias con composiciones diversas, y en muchos casos siendo las únicas que sostienen económicamente esos hogares. El déficit habitacional también pega más fuerte en las mujeres, y Santa Fe y Rosario no están exentas de ese escenario. El debate se viene visibilizando en las últimas semanas en las tomas de terrenos que -con diferentes niveles de conflictividad- hubo tanto en el conurbano bonaerense como en la ciudad, e incluso en las últimas horas se plantaron frente a la Municipalidad bajo la consiga “Ni una menos sin vivienda”.
Las políticas específicas en ese sentido son un reclamo del movimiento de mujeres y el cupo para jefas de hogar a partir del segundo sorteo del Plan Procrear, relanzado en agosto de este año, asoma en ese sentido. En Santa Fe ya a fines de agosto 607 mujeres resultaron beneficiarias de microcréditos y planes de mejoras para sus viviendas, y en septiembre sumaron 793. Por ahora, para muchas, incluso profesionales y con trabajos estables, es la única alternativa.
El Relevamiento Nacional de Barrios Populares (Renabap) que llevaron adelante organizaciones sociales entre 2016 y 2019 en más de 4.400 barrios de todo el país, donde viven unas 4 millones de personas, permite tener una radiografía de esos territorios y poder visibilizar también allí las desigualdades de género en el acceso al trabajo y las dificultades en las condiciones de vivienda y hábitat.
En ese marco, se relevó que la mitad de las personas que residen en barriadas tiene un trabajo con un ingreso regular, pero de esa mitad apenas el 31 por ciento son mujeres y el 73 por ciento son varones, una brecha de más de 40 puntos. Al mismo tiempo para el 34 por ciento de las habitantes de esos barrios, la ocupación más relevante se vincula a las tareas en el hogar y sin percibir ningún salario a cambio, y el 12 por ciento se desempeña en trabajos no registrados y el 26 por ciento no tienen empleo.
Su condición de mayor pobreza respecto de los varones, repercute en sus condiciones de hábitat y vivienda, más si se tiene en cuenta que el 63,7 por ciento de las casas de los barrios están a cargo de mujer, según el Renabap. En esos 4.416 barrios populares relevados, el 88,7 por ciento de las viviendas no cuenta con acceso formal al agua corriente, el 97,85 por ciento no tiene acceso formal a la red cloacal, más del 63 por ciento no cuenta con acceso formal a la red eléctrica y el 98,9% no accede a la red formal de gas natural.
Casi ninguna de las mujeres que forman parte de este universo alcanzan juntar al mes dos salarios mínimo vital y móvil, una de las condiciones necesarias para ser parte de Procrear, que el gobierno nacional puso en marcha a mediados de este año. Sin embargo, los datos de no dejan de ser una muestra de la feminización de la pobreza, ya que las mujeres en general ganan un 27 por ciento menos que los varones. Eso hace que dentro y fuera de los barrios populares, resolver el problema de vivienda para las mujeres, y más todavía para las que son responsables del núcleo familiar, requieran de políticas públicas específicas.
Procrear y cupo para jefas
El Procrear, el programa que originalmente se puso en marcha durante la gestión kirchnerista y que con diferentes modalidades permitió construir, ampliar y remodelar, volvió a ponerse en marcha en agosto como “una política de desarrollo territorial, urbano y habitacional de alcance federal y con una perspectiva integral que busca mejorar las condiciones de acceso al hábitat”.
Y a través del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat se propone brindar “300 mil soluciones, entre créditos personales e hipotecarios, que van desde el mejoramiento de la vivienda existente hasta viviendas nuevas en desarrollos urbanísticos”, según detalla en su propio sitio web.
Si bien el primer sorteo fue único, ya en el segundo, cuando se sortearon los beneficiarios para los microcréditos para mejoramientos, así como las líneas para la refacción de viviendas por 100 mil, 250 mil y 500 mil pesos, el programa implementó un cupo específico para jefas de hogar.
Y ya en septiembre, cuando se concretó la tercera selección sumando créditos para ampliación y construcción de viviendas, volvieron a realizar la “discriminación positiva” para jefas de hogar, e incluso para personas con discapacidad y veteranos de guerra.
El cupo establecido fue del 15 por ciento, lo que permitió que en Santa Fe en sorteo del 28 de agosto fueran seleccionadas más de 4 mil personas para el otorgamiento de microcréditos a los que se sumó el cupo específico de 607 jefas de hogar; y el 30 de septiembre, resultaron esos números se elevaron a 5.185 beneficiarios generales y un cupo de 793 mujeres.
"La única alternativa posible”
Si bien las experiencias son intransferibles, las mujeres a cargo de su hogar y que requieren un préstamo para construir, ampliar, remodelar y refaccionar su casa ven el Procrear “la única alternativa y posibilidad de acceder a algún préstamo, incluso teniendo un ingreso fijo”, afirmó Vanina, docente universitaria, y agregó: “Hoy para alquilar un departamento necesitás en Rosario por lo menos 70 mil pesos para entrar”.
La mujer de 40 años vive con su hija, y por ahora lo hace en un departamento prestado por su familia. Su primera vivienda fue un departamento al que accedió gracias a la ayuda de sus padres y donde estuvo en pareja, se casó y nació su hija.
“Sin esa ayuda nunca podría haber accedido a una vivienda”, dice cuando señala que esa fue la base que le permitió, cuando aún estaba en pareja, comprar un departamento más grandes, aunque con grandes refacciones poder delante para poder habitarlo.
“Tuve una beca de Conicet durante cinco años, y ahora tengo un trabajo estable como docente y hace un año que trabajo en el campus virtual de la UNR, y eso me permitió recién ahora alcanzar los dos salarios mínimo vital y móvil que te piden para poder anotarte en el sorteo”, contó la comunicadora, que se anotó para la línea construcción del último sorteo y no salió sorteada.
Si bien va a seguir intentando “porque es la única posibilidad” y cruza los dedos para que haya un tercer sorteo antes que termine este año, todavía ahora agradece no haberse anotado en un crédito UVA, la línea que a través de los bancos impulsó el gobierno de Mauricio Macri. “La misma empleada del banco me dijo que no era conveniente y todavía lo agradezco”, admite.
Segunda vuelta
Cristina, en cambio, ya va por la segunda vuelta y tuvo suerte. Psicóloga, vive con su hijo, y aprovechó la primera vuelta de los créditos Procrear para construir el lugar donde vive ahora, una casa levantada sobre la vivienda de sus padres. “Cuando me lo dieron consulté con un arquitecto y sentí que me tiré a la pileta, de hecho el crédito no me alcanzó, pedí algunos créditos personales para terminar la obra, me endeudé un poco, pero sentí que estaba a mitad del río y tenía que llegar a la otra orilla”, cuenta sobre la primera experiencia.
Como sus mayores ingresos eran como monotributista, nunca se había ni acercado a un banco a pedir un crédito, no lo hizo cuando estaba casada y menos aún tras el divorcio. “Alquilaba y no podía pensar en la posibilidad de tener una casa propia como tuvieron mis padres, incluso con un oficio habían podido hacerlo _señala_. Solo en un plan de estas características, donde hay una política pública y una intervención del Estado, es que creo que es posible acceder a un beneficio de este tipo”.
Ahora volvió anotarse para refacción y con eso se propone “terminar lo que falta”. Con el primer crédito a 20 años y ahora, un segundo préstamo por delante por los próximos diez, afirma que “probablemente termine de pagarlos casi los dos juntos y si bien los primeros años resulta un esfuerzo, luego se aliviana”.
Fuente: La Capital