En Vivo

30 de julio de 2020


Suele aseverarse que el futbolista es futbolista toda la vida. Hay mucho de romance y complicidad con la pelota en esa aseveración. Hay mucho tiempo compartido, muchas horas de encuentros y no tanto, de diálogos y lágrimas multicolores, de sueños perseguidos y realidades no tan soñadas y de felicidad incomparable. Porque la felicidad del que juega al fútbol, cuando lo está haciendo, es incomparable. Única.

Por todo esto y mucho más, el futbolista es futbolista toda la vida. Sin embargo, hay una palabra que diferencia el sentimiento y la percepción propia de la interpretación del resto, mucho más cercana a lo real que a lo espiritual: aceptación.

Allí probablemente habite el nudo más difícil de desamarrar para el jugador de fútbol. Nadie se va de las canchas por las mismas razones. Las hay físicas, las hay emocionales y las hay racionales, pero ninguna es igual a la del resto. Cada quién se marcha del campo como puede o como quiere, pero se va. Inevitable e irrefutablemente, se va.

Al respecto, la conciencia honesta sobre la actualidad personal, la asistencia psicológica, el apoyo de los seres que contienen y las inquietudes en otras direcciones ayudan a preparar la partida.

Es un proceso intransferible e impostergable. Dura lo que cada quien tarde en digerirlo y en identificar un nuevo rumbo, en la dirección que sea, se precise con urgencia o no el sustento económico, porque más allá de las entendibles necesidades materiales, la realización personal no se compra con propiedades o metálico. No se compra, en definitiva. Se necesita y se construye.

Ahora bien, preparar el retiro es delicado y necesario. Pero, ¿preparar el regreso no lo es, también? ¿Está preparado el futbolista para aceptar que el lugar que pueda ocupar en el corazón de alguna hinchada o en la historia deportiva de un escudo no alcance para ocupar un cargo institucional? Honestamente, creo que no. Al menos, no lo están las mayorías.

Y es un grave problema potencial. Habrá que aceptar que los lauros conseguidos desde el césped no garantizan posibilidades laborales más allá de la profunda pertenencia que pueda poseerse con determina camiseta.

La aceptación de ello es tan importante como la del retiro. Porque en algo se parecen: ambas precisan un nuevo norte, capacitación mediante.

¿Puede un futbolista con trayectoria e identidad genuina en un club entender la coyuntura mejor que un foráneo? Claro que sí. ¿Puede resolver, por ese solo conocimiento, situaciones puntuales desde el banco de suplentes, un predio o un escritorio? Decididamente, no. La diferencia entre una y otra respuesta se resume en pocas letras: preparación.

Nicolás Frutos es un valioso ejemplo de muchas cosas, entre ellas de resiliencia. Pero lo es también de desarrollo. Tras un forzado retiro por debajo del umbral de los treinta años, debió reinventarse. El estudio y sus inquietudes lo llevaron a conseguirlo. Su actualidad en el Anderlecht de Bélgica se emparenta con el aprendizaje del idioma y de la idiosincrasia de aquel lugar, pero principalmente, lo hace con el perfeccionamiento de su vocación, que es la conducción de equipos y el trabajo en campo. ¿Es ídolo futbolístico del equipo Viola? Sí. ¿Le hubiese alcanzado con esa idolatría y sin formación para estar en su actual trabajo? No.

No se trata de tener claro el panorama de entrada, cuando los cordones de los botines recién colgados todavía se mueven. Se trata de buscar un camino y de seguirlo luego, entendiendo que el recuerdo futbolero siempre abre puertas pero que, sin preparación y sin méritos acordes al cargo, lo más seguro será que la puerta se cierre pronto. O lo que es peor, que nos aplaste mientras la atravesamos.

El mundo cambia, nada es estático más allá de los recuerdos. Porque de recuerdos vive el pasado. El presente vive de las cualidades profesionales y humanas.

Ricardo Altamirano dijo, hace poco, que sueña con trabajar en Unión pero que no irá a golpear puertas con sus lauros Tatengues para pedir trabajo. Se preparará, dirigirá en su Laguna Paiva natal y si el club que lo eyectó al profesionalismo lo convoca por su capacidad como entrenador, regresará. Claro y breve es dos veces bueno.

Preparar el retiro es un ejercicio cada vez más presente y acompañado. Preparar el regreso al fútbol, alejado del futbolista que nunca dejará de habitarnos, sigue siendo un tema desabordado.