“Cada uno tendrá su propia historia con Messi. Esta que les voy a contar es mía. Y es el por qué siempre le voy a estar eternamente agradecida. Y no es por el fútbol”, contó Bárbara (47) en su cuenta de Instagram sobre “una de las millones de historias que no se conocen” del capitán de la Selección Argentina campeona del mundo y que se hizo viral.
En 2008, cuando su hijo Tomás tenía 4 años y ningún médico le daba un diagnóstico certero de por qué no crecía a la par de los otros chicos de su edad, Bárbara se puso a investigar por su cuenta y llegó a la conclusión de que tenía la misma enfermedad que Lionel Messi: déficit de la hormona de crecimiento.
Cuando el pediatra le preguntó de dónde había sacado esa información, ella le respondió que había cruzado datos e informes médicos y que si no arrancaba urgente con un tratamiento corría el riesgo de acabar la pubertad por debajo de la estatura mínima considerada normal.
Su instinto maternal fue tan certero que el profesional enseguida lo mandó a hacer tomografías, radiografías de muñecas, análisis de todo tipo y decenas de estudios prácticamente desconocidos para esos tiempos. Tommy, como lo llamaba la familia, debía someterse a un tratamiento durante 10 años.
“¿Cómo le explicás eso a un chico de 4 años? ¿Cómo le contás lo que va a tener que hacer, lo que va a doler? Y sobre todo que el resultado recién se va a ver al final del camino”, reflexionó Bárbara al recordar el duro momento que les tocó atravesar desde el comienzo y cómo pudo sortear ese obstáculo.
La mujer compró un póster de Messi y lo colgó en la pared de la habitación de su hijo. Lo sentó en la cama y le contó que tenía que empezar un largo tratamiento y que Messi era la única persona que conocía que le había pasado lo mismo.
Le remarcó que ese impedimento que hoy él tenía nunca le impidió a Messi cumplir sus sueños y que llegó a convertirse en futbolista profesional. “Además de tenerlo como ejemplo en el fútbol lo tenés que tener como ejemplo del aguante, de la tolerancia a los pinchazos, de esperanza para crecer”, insistió Bárbara frente a la mirada incrédula de su hijo.
Ella hizo todo lo que estuvo a su alcance, y mucho más también, para que la historia de su hijo tuviera un final feliz como la de Messi. A través de un conocido, consiguió el teléfono de Jorge, el papá del jugador, quien muy amablemente le ofreció a Tommy la posibilidad de conocer a Lio.
El encuentro se concretó el 3 de septiembre de 2008 en el Hotel Intercontinental donde Messi, de apenas 23 años, estaba concentrando con la Selección. Tomy y su mamá llegaron puntual y ahí estaba él, en el lobby, esperándolos con su mejor sonrisa. Messi saludó a Bárbara, le dio un fuerte abrazo a Tommy y se sentaron los tres a charlar en el piso, sobre la alfombra del hotel, durante unos 30 minutos.
Messi le contó que él prefirió aplicarse las inyecciones en las piernas porque le dolían menos mientras que Tommy admitió que le resultaba más soportable en los brazos. A pesar de que Messi se mostraba tímido y era de pocas palabras, se entendieron enseguida. Lo animó y le dio la fortaleza que necesitaba para bancar los miles de pinchazos que aún tenía por delante. Le dijo que tuviera paciencia, que todo iba a salir bien. Tommy le creyó. Se fue esperanzado y con apenas una sola foto de ese momento único, que el propio futbolista propuso.
“¿Nos sacamos una foto?”, le dijo Messi. Y Tommy inocentemente le contestó: “No te quiero molestar. Todos te molestan pidiéndote una foto”. Y él, con la grandeza que lo caracteriza, insistió: “Saquémonos una foto que mañana la vas a querer tener”.
“Fue una charla hermosa. No la filmamos. Estábamos los tres ahí, sin show, con el único objetivo de hablar con alguien que había vivido lo que Tommy tenía que vivir”, remarcó Bárbara , quien prefirió mantener su apellido y rostro en el anonimato porque “acá el único protagonista es Messi”.
Si bien admitió que todo su entorno ya estaba al tanto de esta historia, dijo que verlo a Messi ganar el Mundial de Qatar fue movilizante, que no podía parar de llorar de la emoción y que sintió ganas de mostrarle su agradecimiento al capitán con una carta, donde relató los pormenores de los lazos que unen al mejor futbolista del mundo con su familia. “Hay muchas cosas de él que no se saben y que lo hacen más valioso aún. Messi es mejor persona que futbolista”, señaló.
Ella está convencida de que “el tratamiento de la hormona del crecimiento le enseñó a Messi que para llegar a los más alto hay que saber esperar, que no es de un día para el otro, pero que se llega”.
“En el caso de Tommy fueron 3650 inyecciones durante 10 años, todos los días. En ese momento no teníamos a quien consultarle, la única era Messi. Parecía algo inalcanzable pero era él nuestro único referente. Cuando lo conoció a Tommy le dijo ´te veo a vos y me veo yo a mi edad’. Fue algo mágico”, recordó la mujer.
“Uno lo ve ahora campeón del mundo pero detrás hay otros motivos que lo hacen mucho más grande”, destacó Bárbara. Y agregó: “Nosotros conocimos a Messi como persona, no como deportista, porque nunca hablamos de fútbol”.
Hoy, Tommy tiene 18 años, vive con sus padres en el barrio porteño de Belgrano y estudia comunicación digital. No le quedó ninguna secuela y tiene una estatura más que aceptable. Mide 1,68 metros, es fanático de Messi y juega al fútbol con sus amigos de manera amateur.
“Es un chico feliz, tiene un cuerpazo y la autoestima donde la tiene que tener gracias a un acompañamiento psicológico que realizamos antes de someterlo al tratamiento. Los primeros años fueron difíciles porque era muy chiquito pero se la bancó como un campeón, como hoy lo es Messi”, concluyó Bárbara, todavía emocionada a pesar de que ya pasaron 14 años de aquel diagnóstico que le cambió la vida a toda su familia.
--Fuente: Infobae --